domingo, junio 18, 2006

Conchal (Por aquí pasamos)


Esta imagen pertenece a un bisarro ensamblaje de Juan Javier Salazar. Es una de las obras (actualmente forma parte de mi colección) que más han sorprendido a propios y ajenos visitantes en mi casa. Un asombro que, a menudo, suprime cualquier tipo de comentario. El primero de estos objetos producidos por Salazar es en un año anterior a las primeras rumas similares de caramelos realizadas por el artista cubano Félix Gonzáles-Torres. Su sentido, en cualquier caso, termina por distanciar este objeto aún más. He recortado un fragmento de un ensayo mío, titulado "Iniciativas de monumentalidad y rituales de conmemoración. Un enfoque programático del no-objetualismo en el Perú", publicado en el libro Homenaje a Anna Macagno. I Simposio sobre la escultura peruana del siglo XX (Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003), que hace referencia a la obra.
Como un comentario preliminar, diré sólamente que esta versión recoge solo un porsentaje nimio -curador, artista y allegados varios incluidos- de los residuos dejados durante las reuniones de diálogo y producción de obra en los meses en que se trabajó para la muestra antólogica del artista, presentada en el pasado mes de abril.

Aquí el fragmento del ensayo:

“Hacia marzo de 1979, el grupo Paréntesis, del cual [Juan Javier Salazar] forma parte, publica tres insistentes avisos en la sección pertinente de un periódico de amplia circulación en las clases altas y medias. “Se busca mecenas” como alegato invariable, procura en ellos, poner en viabilidad, con la ayuda de una “persona influyente” y generosa, proyectos cuya naturaleza invendible o poco rentable los hacían dificultosos[1].En Salazar, aquel intento sin respaldo es consecuente con una actitud de producir, aún en la actualidad, otros modos de inserción para la producción de cultura visual en un vivo intercambio ambulatorio: inaugurar un mercado intermedio, “barrio por barrio”, como alternativa a la complacencia dominante en el mercado de arte existente y logrando además un flujo y contacto directo entre el artista y el público. Después de la determinante experiencia en el taller Huayco E.P.S. y una primera muestra personal en la galería “La Rama Dorada”, Salazar se traslada a Cieneguilla en un intento de ubicarse fuera de un Estado que, no obstante, en pocos años lograría darle el alcance empujado por el crecimiento vertiginoso de la ciudad.
Hacia 1990, presenta una exhibición en la sala de la Municipalidad de Miraflores. En ella aparece un objeto raro reiterado en exhibiciones posteriores aunque, casi siempre, tangencial al centro temático de la muestra. Colocado en una esquina, entre el suelo y dos paredes de la sala, éste se percibe como un arracimo compacto de basura conformado por chapas metálicas de cerveza y colillas de cigarro superpuestas y arrinconadas a modo de pequeño montículo [Ver figura arriba de esta entrada]. A pesar de su singularidad, el objeto podría haber suscitado impresiones irónicas dirigidas hacia el descuido que parece componer habitualmente la configuración de sus montajes. La referencia que el artista recalca es aquí, sin embargo, una versión particular y moderna de aquellos conchales o montículos de tiempos pre-cerámicos en los que los arqueólogos suelen identificar inequívocamente, a través de los restos de una dieta usual, conformada entonces por moluscos y conchas marinas, una zona que ha sido habitada por alguno de los grupos humanos de pescadores y recolectores nómades que han recorrido la extensa faja costera desde hace más de 10 000 años. “Por aquí pasamos” es la frase con la que Salazar resume la experiencia de este objeto.
Ésta parece citar sin premeditación un conocido cuadro de Poussin, en el cual, la idílica paz de la Arcadia es interrumpida cuando unos pastores encuentran una inscripción sepulcral que les habla de los habitantes que les antecedieron: “Et in Arcadia ego” (Yo también [he vivido] en Arcadia) representa el acecho de la muerte aún en medio del frescor, la inocencia y el júbilo. “Mi intención es exorcizar el país”, expone con resolución el artista, quizá procurando devolverle al asedio del tiempo presente algo que parece haber dejado atrás en algún momento, poco antes de haber perdido la esperanza o la autoestima[2]. Esta obra de Salazar parece anunciar así, el desenlace de una fiesta en la que todos parecíamos estar divirtiéndonos: sus inexorables residuos se imponen como memorial nostálgico de un goce, de un placer que, apenas concluido en el suave o mítico sueño, ha concluido -para quien lo contempla desde el fragor de la resaca- sin motivo suficiente.”

[1] Una voluntad de procurarse recursos mínimos para una experiencia artística distinta:“En el Perú -constataba entonces Salazar-, el artista no tiene más remedio que circular entre galerías y circunscribirse a la producción de lo que éstas exhiben y prefieren (...)”. L. F. [Luis Freire]“Pintores buscan mecenas con aviso en un diario” En: La Prensa. Lima: 4 abril. 1979, p. 17. Además de Salazar, el grupo Paréntesis estaba conformado por artistas como Lucy Angulo, Fernando Bedoya, José Antonio Morales, Rosario Noriega, Mercedes Idoyaga, Raúl Villavicencio y Jaime la Hoz. Los avisos, publicados entre el 10 y el 25 de marzo en El Comercio, constituyen, para un observador contemporáneo, una lúdica –aunque no intencionada- puesta en evidencia del imperativo de autogestión al cual el artista se ve habitualmente conminado.

[2] “Parece que va a llover”. En: Clave. 1era. semana de marzo, 1990, p. 64-65. Un impulso que coincide con su proyecto de recuperación del asa-puente: un rasgo tipológico de la cerámica prehispánica audazmente restituido e integrado a un proyecto de producción contemporánea. Uno de los primeros objetos de esta serie exhibe una mano con asa lateral y los dedos medio y anular cercenados, en contraposición a los restantes, libre y premeditadamente extendidos: “Mi propuesta, en el borde de este tiempo, puede significar una cuestión de suerte y también de resistencia –sostiene Salazar, destacando las cualidades mágicas que aquél, particularmente, pueda detentar-. Es una trampa para arqueólogos, para que cuando busquen una cultura muerta encuentren una cultura viva que todavía puede decir la tuya”. [Énfasis en el original]. SALAZAR, Juan Javier. “¿Quien soy yo para regalar suerte?. Recuperación del asa-puente”. En: Amuletos para el siglo XXI. (Calendario de bolsillo). Editado por Luz azul ediciones, Lima-Perú, [1999].

Nota actual: la comparación -para muchos quizás aberrante- con el cuadro de Poussin, aún me parece, en el ámbito conceptual, acertada.

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