Incluyo aquí el texto de presentación que escribí para la muestra de Juan Javier Salazar, en la galería Pancho Fierro, del 4 al 23 de abril pasados.
Más adelante, vendrá una crónica exhaustiva de las peripecias en torno a ella.
Juan Javier Salazar: Super-Visiones
antes, durante, después (1978 – 2006)
“A lo que quiero llegar como ‘producto’ es a un estado emocional que se pueda cortar con las tijeras en el aire. Por eso mis exposiciones son siempre ‘exposiciones’: algo se expone, se arriesga. ”
Juan Javier Salazar
en entrevista con Jorge Villacorta, 1990.
Una mirada cabal a la propuesta visual de Juan Javier Salazar es una labor que podría resultar elusiva cuando no, simplemente insuficiente. Pero esto no se debe a la suma de sus proyectos no emprendidos, ni a la dispersión y fragilidad de varios otros, efectivamente realizados; sino a una actitud suya que convierte a ambas en inminentes secuelas que nunca le han preocupado demasiado: Las múltiples estrategias que componen esta propuesta se han producido a menudo a contramano de la experiencia estrictamente plástica. Así, el carácter a veces irresuelto y el desalineo o precariedad radical de los soportes de su trabajo –en diversas oportunidades señalados-, asumen de modo discrepante una entusiasta magnitud de propósitos trazados, que nos coloca ante todos ellos (o según el caso, sus vestigios) como ante un umbral que nos permite descubrir espacios que en su momento nunca fueron completamente habitados, pero cuya apertura, por parte del artista, ha contribuido a transformar y redefinir localmente los límites de la experiencia cultural.
No obstante, ese estatus de pionero que le otorga ahora una etapa de aceptación u oficialidad -y, al mismo tiempo, produce la admiración irrestricta de muchos artistas jóvenes-, no ha logrado perfilar hasta la fecha, para la mayoría de sus observadores, el sentido general de una puesta en práctica creativa que, con más de un cuarto de siglo a cuestas, permanece en corriente. Esto debido, en parte, a la opción de Salazar de no erguirse sobre su propia trayectoria -que la escena artística ha mirado primero con desinterés y luego con complacencia, cuando no con abierta desconfianza- ni procurar siquiera el acopio de su propia producción, a la que prácticamente deja a la deriva.
“El arte contemporáneo, más que objetos ha producido instantes” sostiene el artista, trayendo a la memoria creaciones suyas hoy inexistentes o perdidas, y comparando las que el tiempo y el descuido ha maltratado con una suerte de Camembert: allí cuando amenaza el deterioro, uno disfruta de su mejor momento.
Por otro lado, muchos de los objetos reunidos en esta compilación pueden considerarse en la actualidad, y con justicia, un hito: ellos han despertado la imaginación, dejando su impronta como un antecedente de experimentación dentro del arte peruano más reciente.
Miembro del grupo Paréntesis (1979) y el taller Huayco EPS (1980-81) -del cual finalmente se separa- el trabajo de Salazar ha fundado estrategias de circulación cuyo espectro abarca desde la tradicional exhibición en galerías hasta el comercio ambulatorio; y ha logrado con ello, producir objetos en serie -múltiples con ingeniosas variaciones- que le han dado una accesible ubicuidad adaptada a casi todas las economías. Pero, lejos de procurar mantener en ellos una afrenta opocisional, como una rabiosa arremetida contra el sistema, su obra postula una voluntad mágica, cultual y propiciatoria dirigida contra la falta de entusiasmo (o humor) y el derrotismo generalizados que la triste historia del país ha ido inoculando en nuestros conciudadanos por generaciones.
En este largo itinerario, el ánimo que signa su producción se ha convertido en una condición y una alternancia estética que hace de la precariedad un signo que puede extenderse a la condición extrema de un país que, como un desafío a sus carencias, se nutre vorazmente de la imaginación y de la fe.
Emilio Tarazona
Abril, 2006
viernes, abril 28, 2006
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