sábado, marzo 31, 2007

Noticia fresca para unos, déjà -vu para otros: Burga y Román

Aunque apareció el domingo pasado en El Comercio, apenas acabo de leer esta nota de la crítica Élida Román. Imagino entonces la impresión que debe significar para ella encontrase 35 años después con una nueva presentación de la instalación de Teresa Burga (titulada: Autorretrato. Estructura - Informe 9.6.72).

Inaugurada el 11 de junio de 1972 - y ahora repuesta durante un mes y medio- esta solo se presentaría originalmente por poco más de siete días. Suficientes no obstante para que Román viera la exposición, asistiera a la charla informativa que la artista hiciera días después en ese mismo espacio y comentará en ese tiempo también sus impresiones en una breve pero favorable crónica de prensa.

Hecha la conexión, permítaseme un detalle sobre el comentario de la semana pasada que enfatiza el hecho innegable de que todas estas propuestas -ocurridas entre 1965 y 1975- se realizaron en Lima. A pesar de que no todo se desarrolló en la capital (también hay un escenario significativo de artistas que realizaron este tipo de obras fuera del país), la frase apuntaría a poner en evidencia el carácter centralista de la escena de las artes visuales en el país.

Pero, sin dejar de tener razón, existe en la escena de la vanguardia de los años Sesenta y Setenta (concentrada en Lima) más componentes provincianos que los que tenía la vanguardia abstracta de los años Cincuenta. Basta simplemente constatar la procedencia de varios de los protagonistas de la plástica más experimental del momento: Luis Arias Vera de San Pedro de Lloc (La Libertad), Emilio Hernández de Huancayo, Jesús Ruiz Durand de Huancavelica… José Tang nació en Cañete, Víctor Delfín en Piura, Teresa Burga en Iquitos...

A diferencia de la vanguardia Argentina de este mismo periodo, que contó con una escena más descentralizada (con experiencias en Córdova y en Rosario, manteniendo no obstante conexiones con la escena bonaerense), la escena peruana es centralista en su locación pero algo menos en su composición. Esta mínima pero significativa constatación solo es un indicio más de la nueva composición social de nuestra capital, que desde esa década se ve atestada por la provincia, y cuyos descendientes abrumadoramente conforman hoy el mayor porcentaje de limeños. Pero nos da probablemente un índice también de que a menudo, los centros se comportan como provincias de si mismas, dejándole al ciudadano de provincia una mayor cualidad para asimilar la modernidad y transformar su realidad lejos del pacato compromiso con la tradición.

Reproduzco aquí el artículo -que desde ya le agradezco- de Élida Román:


En Lima Cercado

Por: Élida Román


"La persistencia de lo efímero" es un despliegue documental sobre los orígenes del no-objetualismo en la escena artística peruana, que recopila los eventos más significativos, dentro de esta categoría, ocurridos en la década que se extiende entre 1965 y 1975: todos realizados en la ciudad capital, Lima.
Autores de este trabajo de investigación han sido Emilio Tarazona y Miguel López, que lograron reunir una muy interesante y bien seleccionada documentación, que desplegada con buen criterio museográfico, pese a las limitaciones espaciales que debieron resolver, consigue un claro y definido circuito didáctico que logra interesar e informar a todo público, mérito no siempre logrado en este tipo de proyectos.
En el breve análisis que se presenta, los autores destacan el rol que cupo al crítico Juan Acha, no solo en el ejercicio de líder teórico de varias de estas experiencias, sino también en el desarrollo de una interpretación y contextualización de las acciones vanguardistas de entonces. A pesar del tiempo transcurrido, muchas de las propuestas que aquí se exponen conservan vigencia y fuerza. Rotunda, efectiva y bien planteada, la debida a Emilio Hernández Saavedra. Aguda, arriesgada y contundente, la de Teresa Burga. Inteligentes, estéticamente impecables y sin duda, poéticas, las de Jorge Eduardo Eielson. Menciones que no quitan interés a las restantes.
Interesante es anotar que la mayoría busca plantearse temas dentro de la esfera de la reflexión sobre el arte mismo. Su rol, función, situación, definición y consecuente cuestionamiento. En el caso de Burga, el sentido de identidad, con una aproximación a la dicotomía individuo-colectivo, llevado a ecuaciones y diagramas estadísticos, planteados sobre un registro fotográfico de su propio rostro, con una sutileza sobre el sentido de unicidad y anonimato que no necesita mayores guías.


Si bien todos los eventos citados muestran un sentido contestatario que los origina --y se evidencia--, la conexión hacia lo social y político llegaría poco más tarde, en la década siguiente. Anotan Tarazona y López : "...Lo que aquí se exhibe es una reinscripción de esta experiencia (en registros y obras recuperadas) cuya visibilidad ha sido en pocas décadas amenazada tanto por el desinterés de la historia como por la precariedad misma de los soportes estrictamente materiales que les dieron existencia..." . Y tienen mucha razón al remarcar ese desinterés, que toca no solo a estas expresiones, sino en general al desarrollo de las distintas manifestaciones culturales a través del tiempo.
Es una exposición que debe visitarse y que contribuye, junto con un proyecto anterior de Tarazona (accionismo) a ir proporcionando una pieza más, en ese gran mosaico que es el desarrollo del arte peruano.



[Imagen 1: vista de montaje de la exposición Autorretrato de Teresa Burga, ICPNA, 1972. Imagen 2: detalle de la misma instalación, expuesta del 15 de marzo hasta el 29 de abril en: La persistencia de lo efímero, Centro Cultural de España, 2007]

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