domingo, marzo 11, 2007

La vuelta al año en 80 metros…


Aunque suene a una novela de Julio Verne, este texto solo es un breve recuento de las actividades que durante su primer año de existencia ha realizado la galería 80m2 arte&debates. Esta está muy próxima a re-abrir sus puertas (en apenas dos semanas), con una anunciada muestra de Juan Javier Salazar -quien ya lejos de miradas antológicas, presentará imágenes nuevas donde se traslucen remanentes de ideas desplegadas a lo largo de los años-. Pero eso no es lo único: si bien la galería abre con un gran artista, también estrena una sustantiva ampliación de su espacio hacia un piso superior, el cual espera acoger en su mismo estilo debates, cursos, seminarios y conferencias que desde un inicio el proyecto contempló como catalizador necesario de la actividad meramente expositiva. Enorabuena.

Como curador en jefe que he sido -solo a lo largo del año 2006- y como co-gestor del proyecto desde un inicio junto a su directora, Antoinette Arévalo, me he decidido postear este breve repaso de lo que ha presentado 80m2 durante su primer año, dejándola en un espacio singular y de claro precedente para la actividad cultural en lo que artes visuales se refiere.

A mi juicio, la más importante exposición allí realizada en el 2006 ha sido la antología mínima de la obra del artista argentino Gustavo Romano, en el marco del Festival VAE10 (Video/ Arte / Electrónica).

Romano es un artista multimedial cuyo trabajo aborda una suerte de trastocamiento de lo real por transposición de enfoques. Me explico: su trabajo explora puntos de vista no privilegiados de la percepción y, por lo mismo, son un cuestionamiento a ella: una obra contínuamente referida a esa vieja categoría filosófica que conocemos como ‘realidad’, y cuya noción se mantiene en la mente, afianzada por distintos consensos. Pero la suya es una mirada poética que, a partir de esa realidad, apuesta por un descentramiento substancial de su sentido. Y aquí estoy haciendo cita de los breves párrafos que redacte a modo de prefacio al interior de la sala: “(…) el artista nos muestra el ángulo insospechado de observación (1), la captura de lo que usualmente se desborda (2), la distensión infinita del tiempo (3). El soporte tecnológico le permite así abrir la percepción y llevarla, en ocasiones, hacia un espacio discreto o desapercibido, cuando no se adentra abiertamente en el terreno de lo onírico o lo utópico”. Es ciertamente también, un artista sin el acento bonaerense que otros conciudadanos suyos extreman cuando viajan al extranjero. Un rasgo que podría hablar de cierta timidez, pero que en mi opinión le facilita la tarea de escuchar más e imponerse menos: su obra a menudo introduce ese descentramiento de perspectivas en donde ninguna parece tener un lugar privilegiado, y en un lugar desde donde imagina a el mundo como un sistema sostenido en la confianza y en la credibilidad de quienes se mueven en él y en donde la normalidad o las certezas corren siempre el riesgo de ser quebradas de súbito. Tengo pendiente la intensión de permitirme un pequeño estudio sobre su obra, apenas vea la oportunidad.

Y, por otro lado, la galería propició el encuentro histórico de los miembros de Arte Nuevo -homónima de un destacado blog también cómplice del evento-, el cual sería la cabeza visible de la vanguardia peruana de los años Sesenta. Luis Arias Vera y Armando Varela nos remitirían sus testimonios desde le extranjero, mientras Teresa Burga, Jaime Dávila, Víctor Delfín, Gloria Gómez-Sánchez (quien reunida con todos horas antes no podría acompañarnos a la galería por motivos de salud), Emilio Hernández Saavedra y Luis Zevallos Hetzel, se reunían en un evento realizado el 26 de octubre (esto es a 40 años de su primera exposición, en el espacio que ellos mismos bautizaron como El ombligo de Adán). Se trató de la concreción de una propuesta conjunta organizada por Miguel López y yo, para vincular la memoria de sobre los orígenes del experimentalismo en la plástica local. De este encuentro han surgido, por un lado, un conjunto de decisivos testimonios que serán próximamente publicados; pero la particular reunión también ha contribuido a reanudar entre ellos amistades que habían perdido contacto entre si en los últimos decenios, y ese fue el logro inesperado que terminó añadiendo a tan decisivo acontecimiento para la historia del arte peruano contemporáneo, otro igualmente significativo para la historia personal de sus protagonistas.

Adicionalmente, las exposiciones individuales destacadas fueron las de Roy Keitel, Nicolás Lamas, Olga Engelman y Jorge Miyagui (en ese orden).

Los primeros presentaron sus primeras presentaciones dentro de la escena, aunque sin embargo, ambos tenían una secuencia significativa de cambios en sus propios procesos creativos: Keitel dejaba sus cuadros de interiores arquitectónicos palaciegos, mudos, imponentes y vacíos -intervenidos con dripping en un gesto expresionista que no llega a distorsionarlos- para presentar retratos de individuos anónimos o muchedumbres en gran formato y realizadas con compresora de aire en tonos grises. Keitel es un artista que ha tenido una formación en diversas escuelas de las cuales nunca egresó pero cuya dedicación continua a su trabajo durante años, -lejos de imbuirse en el medio y fuera de todos los afanes que este medio inocula por el protagonismo- ha producido un propuesta de calidad que probablemente pueda ser confirmada nuevamente con una segunda exhibición. Por su parte, Nicolás Lamas –quien presentara objetos e instalaciones, más que ‘cuadros’- venía explorando un proceso de desprendimiento radical de la idea de representación en la pintura cómo género tradicional, para cuestionar su soporte (bastidor, lienzo) y destacar la consistencia y materialidad física del pigmento: pasando de la pintura como género a la pintura como sustancia –en la estela de propuestas como las de la española Ángela de la Cruz- y logrando arribar a su manera, a una dimensión creativa que deja de ser 'pintura', sin realmente dejar de serlo.

Los segundos, Olga Engelmann y Jorge Miyagui, de resonante presencia ya en el medio, expusieron recientemente introducidos cambios dentro de lo más conocido de sus respectivas propuestas. En Engelmann hablamos de una mirada que se dirige hacia la reinvención de mitos híbridos que coquetean con los que animan algunas fiestas populares en la ciudad de Puno; Miyagui igualmente introducía elementos autobiográficos para plantear una lectura personal de un fenómeno social: Así, su ascendencia migrante del Japón, se vio transpolada en vasos significativamente comunicantes con la migración producida de los Andes a Lima.

El 2006 ha sido un buen comienzo en la novel galería, que sin duda anuncia una nueva etapa bajo el mismo estilo, aunque con nuevos proyectos y mejoras: la presencia de Salazar lo confirma. Felicidades y suerte para este 2007.

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