Junto a Miguel López hemos seguido con particular asombro el interés que han despertado y emprendido recientemente algunos -desde iniciativas más o menos autónomas- en generar aproximaciones, exhibiciones y estudios sobre el arte contemporáneo, tomando como punto de partida (o al menos marco de encuadre) la irrupción del experimentalismo y la vanguardia en los años Sesenta. En varios contextos, estas aproximaciones (o re-visitas) suponen encontrar -en los inicios del conceptualismo o el arte desmaterializado ocurridos hace cuatro décadas- una vía de lectura aún ensombrecida, aun cuando medular, que se extiende incluso en la producción visual del arte último
Pero estas iniciativas se inscriben también en la necesidad de develar aquellas experiencias análogas y específicas que han tenido lugar en diversos países, y cuyo rasgo en común sería, acaso, el hecho de que mantienen condiciones muy distintas a las que surgieron en los centros de irradiación cultural euro-norteamericanos. Aunque no hay que ser muy avispado para percibir que ese rasgo no es el único, ya que comparten algunas coordenadas dentro del horizonte político-social, así como a menudo una insuficiencia de historia, escasas publicaciones y, lo más terrible: pocos intercambios entre sí. Y eso va a contramano de lo que todo este fenómeno de simultaneidad insinúa; especialmente si creemos que hay algo más como signo en el hecho de que estos proyectos o inquietudes broten con singular sintonía.
Un caso clamoroso es el de Colombia, con la muestra que presentará Álvaro Barrios titulada Orígenes del arte conceptual en Colombia (homónima de su libro publicado el 2001, también a re-editarse, y cuyo acontecimiento con justicia debería dedicarse a la memoria del recinetmente fallecido artista colombiano Bernardo Salcedo), y a ella se suma, la publicación -a 25 años de distancia- de las Actas del Primer (y hasta ahora único) Coloquio Latinoamericano sobre Arte No-Objetual, realizado en Medellín el año 1981 bajo la organización de el crítico peruano Juan Acha. Un evento que actualmente puede considerarse un hito, ya que implicó el primer intento de articular una visión panorámica a cerca de la irrupción de estas tendencias en nuestros países y, al mismo tiempo, un acto efectivo de discutir y evaluar críticamente el significado cultural de las mismas, en este contexto.
Pero también el de México, en donde desde hace cerca de cuatro años se viene gestando un mega-proyecto que abrirá las puertas el próximo 17 de marzo: La era de la discrepancia. Arte y cultura visual en México (1968 – 1997), exposición que se prepara en el MUCA de la Universidad Autónoma y que se propone "destacar momentos en que artistas de diversas generaciones (...) se plantearon transformar formal o políticamente en sentido de hacer arte". (El título está referido a una entusiasta arenga lanzada por un Rector de dicha universidad a un año de la matanza de Tlatelolco).
Siguiendo la afinidad que percibimos en estos sucesos (a pesar de que la exposición en México implica un proyecto tanto más ambicioso, de cuatro décadas de producción visual), sabemos de la proximidad también del lanzamiento del libro de Luis Camnitzer: Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation. Cuyo voceado anuncio va aumentando su precio conforme se acerca el mes de julio, proyectado para su aparición. Aunque difícilmente un trabajo como el de Camnitzer pueda cubrir la inevitable omisión -o mención marginal- que se hace de algunas escenas nacionales en estudios similares (véase, por ejemplo, el de Mari Carmen Ramirez, incluido en la famosa exhibición Global Conceptualism. Points of Origin, 1950s-1980s, realizada en 1999 en el Queens Museum de New York). Y con ello, por supuesto tengo en mente el caso del Perú, que por obvias razones, Miguel López y yo conocemos mejor.
Pienso sin embargo que el proyecto que hemos largamente titulado: La persistencia de lo efímero. Orígenes del no-objetualismo peruano: ambientaciones / happenings / arte conceptual (1965-1975), permita en adelante esa inscripción. A pesar de que una línea de investigación como esa lleve un historial mayor en otros países (Argentina, Brasil, por citar solo dos) lo que se abre aquí –me refiero al Perú y a esta muestra que inaugura el próximo 15- es el resultado de una veta de trabajo que en solo dos años ha dado sorprendentes e inesperados hallazgos. Estos son suficientes como para insinuar la idea (y la propuesta) a que ese particular fenómeno de simultaneidad exceda el gesto gratuito de la simple coincidencia y, apunte a revelar la importancia actual de compartir estas narraciones y tentar ideas sobre ellas, yuxtaponiendo las escenas particulares. Ello nos parece oportuno y pertinente a nosotros, y (afortunadamente) no sólo a nosotros...
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