domingo, junio 17, 2007

Documenta 12 / Fietta Jarque

En Babelia, suplemento cultural de El País, Fietta Jarque ha publicado esta nota el fin de semana sobre la Documenta 12 en Kassel, inaugurada el pasado viernes. Crítica de arte, periodista y cuentista en Lima –y a quien tuve oportunidad de conocer brevemente en Madrid, en mayo pasado- vive en España desde los años ochenta y ha publicado una novela (que cabe muy bien en el género de novela histórica) en 1998, bajo el título de Yo me perdono. Reproduzco el artículo, y añado una entrevista de diciembre de 2006 al director artístico de la Documenta, Robert Buergel, realizada por la misma autora.

Cuento de la jirafa y las sillas chinas
El director de Documenta 12, Roger Buergel, y la comisaria Ruth Noack convocan al arte del futuro frente al pasado
Fietta Jarque

El País

Kassel es una ciudad silenciosa y verde, situada en el corazón de Alemania, que cada cinco años recibe a más de medio millón de visitantes a lo largo de 100 días. Llegan a Documenta, gran muestrario del arte contemporáneo que a lo largo de 60 años ha venido marcando pautas para el desarrollo de la creación plástica. La 12ª edición que se inauguró ayer pretende plantear algunas interrogantes sobre la relación con el arte del pasado o la verdad que brota a veces de un gesto mínimo. Un lugar donde conviven al mismo nivel un sutil dibujo a lápiz con una jirafa tamaño natural (Peter Friedl), o una escultura serpenteante que atraviesa un gran salón y se escapa por la ventana (Iola de Freitas). El director de Documenta 12, Roger Buergel, y la comisaria Ruth Noack han querido poner el énfasis en la educación hacia el arte. Hasta tres días antes de la inauguración no revelaron la lista completa del centenar de artistas invitados con cerca de 500 obras. Sólo habían dejado trascender algunos nombres, como el del cocinero Ferran Adrià, un gesto mediático que ha tenido tanta repercusión que ha ensombrecido hasta ahora el proyecto expositivo. Aunque prácticamente nadie ha cuestionado el genio creativo del chef de El Bulli, sí que se ha criticado en los medios artísticos a Buergel por esta maniobra publicitaria.
Pero quizá los fuegos artificiales del chef mediático hayan sido sólo eso: el llamativo disparo de salida de una gran exposición que huye del top 100 del mercado para invocar la magia del arte nacido al cobijo de la idea y el silencio. ¿Qué es lo que muestra Documenta 12? Hay cinco grandes centros para las exposiciones. El museo Friedricianum recibe a los visitantes con un juego de espejos de reflejos infinitos y ¡fútbol! El checo residente en Berlín Harun Farocki estrena una instalación de vídeo titulada Deep Play, basada en la final de la Copa del Mundo de 2006. Doce monitores diseccionan tecnológicamente el juego, la estrategia o los movimientos de los jugadores a través de estadísticas, cuadros y sensores. En la planta superior, la coreógra-fa norteamericana Trisha Brown mantiene a un grupo de bailarines en una performance casi continua, mientras el visitante empieza a encontrar por aquí y allá grupos de antiguas sillas de la dinastía Quing (1644-1911), todas distintas. Una presencia que se extiende a otras sedes. Son mil y una sillas que forman parte de la propuesta del chino Ai Weiwei, que ha invitado a Documenta al mismo número de compatriotas suyos a una experiencia de inmersión cultural. Un proyecto titulado Cuento de hadas por Kassel, la ciudad de los hermanos Grimm.
En todas las exposiciones de Kassel hay un juego temporal por el que entran en relación piezas de distintas épocas. Ruth Noack explica esta decisión a partir de su responsabilidad hacia un público amplio y no siempre familiarizado con las creaciones más recientes. "No es una muestra sólo para expertos sino también para unos visitantes fascinantemente ajenos al arte", según ella. "Necesitamos mirar hacia las raíces. Vivimos un tiempo de migración de las formas y es interesante comparar distintas expresiones". Así, en una sala pueden convivir antiguos grabados iraníes junto a los grandes y laboriosos tapices o mosaicos fotográficos de Zofia Kulik. O los finísimos bordados en seda blanca con motivos femeninos (los dedos de un pie, una vulva, una oreja con un pendiente) de la china Hu Xiaoyuan con las chocantes pinturas barrocas del chileno Juan Dávila.
Cruzando un bellísimo parque se llega al Aue Pavillion, una especie de invernadero de 10.000 metros cuadrados construido para la Documenta. Pero es quizá en la Neue Galerie donde se encuentra lo mejor. Resaltan las obras de dos norteamericanos, Mary Kelly presenta una instalación autobiográfica, y James Coleman, en un enorme espacio vacío, su vídeo Retake with evidence, en el que el actor Harvey Keitel asume un personaje de profundo y contenido dramatismo. En el alejado castillo de Wilhelmshöhe, hay unas escasas piezas que culminan el juego de contrastes que propone Documenta. En lo alto de una verde colina, se encuentra este museo que alberga colecciones de arte antiguo, con una importante colección de rembrandts. Mezclados entre esas pinturas aparecen cuadros y vídeos contemporáneos, y, disimulado, un exquisito grabado de Hokusai, de 1835: un premonitorio código de barras. ¿Es la modernidad nuestra antigüedad?, es uno de los lemas de Documenta. ¿Cuál es la vida al desnudo?, es otro. Hay 100 días para ir al encuentro de estas preguntas y sus respuestas.


ENTREVISTA Robert Buergel - "Los artistas deberían boicotear las bienales"
Fietta Jarque

El País.

Tiene ademanes suaves, voz tranquila y amable, pero no teme sublevar los ánimos en el mundo del arte. Robert Buergel (Berlín, 1962) es el director de la Documenta 12, una cita quinquenal que ha marcado en cada ocasión las tendencias del arte contemporáneo y que se celebrará entre el 12 de junio y el 23 de septiembre de 2007 en Kassel. A Buergel le interesa particularmente la "educación" del espectador a través del arte, para suscitar en él las preguntas y respuestas que lo inciten a tomar parte activa en los conflictos de la sociedad actual.

PREGUNTA. Hace poco ofreció en Barcelona una conferencia titulada: ¿Qué es una exposición? ¿Cree que estamos en un momento del arte contemporáneo en el que es importante volver a las preguntas básicas?
RESPUESTA. No sólo es importante volver a las preguntas básicas del arte sino también a las de la condición humana. Hacer una exposición es algo más que mostrar el arte. Tiene que ver también con cómo te diriges al público y cómo pretendes que la gente se relacione entre sí en un espacio común donde pueden reaccionar unos con otros, o simplemente ignorarse. Yo concibo la exposición como un medio en sí mismo, por derecho propio. Necesitamos un concepto fuerte del medio para sobrepasar lo que tendemos a identificar como arte. Porque creo que es importante que lleguemos a una nueva idea de nuestro mundo que no esté enmarcado por la concepción europea-norteamericana de lo que es el arte.
P. En las últimas ediciones de la Documenta la política ha sido uno de los asuntos que más ha interesado a los comisarios. ¿Se centrará su exposición en esos asuntos o prefiere extenderse a otras áreas?
R. Depende de cómo se defina la política. Hay en el arte una noción retórica de lo político, que suele definirse a través de imágenes identificables de los conflictos. Algo que va desde los problemas entre israelíes y palestinos al hambre en África, los campos de refugiados o las minorías en Australia. Pero yo no estoy seguro de esta función retórica del arte. El elemento político debe estar en la capacidad de la exposición de envolver a la gente, de activarlos, de movilizarlos. Que empiecen a sentirse conectados con el mundo. Porque lo que suele suceder es que la gente ya está bien informada de lo que sucede y no tienes que contárselo, pero lo que no saben es cómo actuar o cómo intervenir para sentirse más próximos al proceso de la toma de decisiones. Este proceso de toma de decisiones está confinado a círculos muy cerrados, aunque sus decisiones afectan a todos. Creo que lo que tiene que hacer una exposición, especialmente si conecta a todas las regiones del planeta -porque Documenta sigue representando ese paradigma universal-, es activar a la gente a hacerse cargo de sí mismos, no de una forma egoísta o narcisista, sino como un elemento indispensable para construir la sociedad.
P. Mucha gente se sorprendió cuando eligió a Ferran Adrià para asistir a la Documenta como único artista español. Siendo un gran creador, revolucionario, pone de relieve valores como la belleza y el placer, una relación más hedonista con el arte, más que una toma del pulso de la realidad actual.
R. No creo que se deba huir de la belleza y el placer en el arte contemporáneo. Tampoco creo que su trabajo se reduzca a la búsqueda del placer y el hedonismo. Es también un desafío porque te induce a digerir cosas que apenas son identificables. Es un reto que quiero subrayar, esa dimensión única que se da en su cocina. No creo que su comida sea necesariamente "cómoda". Y para sobrellevar la extrañeza de su cocina debe haber un elemento fetichista a su alrededor. Yo me pregunto si alguien de los que acuden al restaurante de Adrià sería capaz de comerse lo mismo en una taberna de mala muerte.
P. ¿Cree que llevarían a ese cocinero a un juzgado de guardia por intento de envenenamiento?
R. Es posible. La comida apela y desafía también a la inteligencia. En las reacciones críticas del mundo del arte hacia Ferran Adrià hay un poco de celos porque hoy no hay nadie en España, de esa generación, que se pueda comparar con su nivel de inteligencia formal. Por otro lado, cuando volvemos a la noción de modernidad en Occidente hay una barrera estricta, un control de lo que se puede considerar arte y lo que no. Parece un regreso a las antiguas categorías de arte autónomo y artes decorativas. Catherine David invitó a un artista tailandés que cocinaba en la Documenta 10. A nadie le importó. Si es alguien de Tailandia o India, no importa. Pero si es alguien de nuestra santa Europa, es un problema, porque es un reto, un desafío.
P. Y es también una estrella mediática...
R. Es que Documenta no es ajena al star system, no del todo. Al final estamos exponiendo un centenar de artistas y Ferran Adrià es el único cocinero.
P.Lo global y lo local son conceptos que tienen mucho que ver con esta Documenta.
R. Sí, claro. Pero al preparar esta muestra me di cuenta de que lo global no existe. Son las grandes empresas multinacionales las que deciden cuáles son los centros. Yo prefiero hablar de deslocalización, y es cierto que nuestra exposición va a enfocar ese tipo de rutas migratorias que tienen que ver con las relaciones comerciales y culturales, pero también con una fuga de cerebros como la ola de migración europea a América en la posguerra. Mi método curatorial consistirá en seguir la ruta migratoria de la forma.
P. ¿Cuál es su concepto de modernidad?
R. Soy europeo, por lo que mi idea de la modernidad empieza con la Revolución Francesa. No trato de disimular la cultura en la que me he formado, pero también sé que Europa exportó sus sistemas durante varios siglos a través de la colonización, el comercio y todo tipo de migraciones. Ahora esos conceptos están regresando, cosa que preocupa mucho a los europeos. Tanto por lo que les resulta reconocible en ellos como por las similitudes que no les parecen tales. Mi interés en sacar a relucir estas cuestiones en torno a la modernidad tienen que ver con el deseo de dirigirme a gente de todo el planeta. Todo el mundo tiene una idea de modernidad, pero cuando juntas a esas personas te das cuenta de cuán heterogénea es esa idea y a la vez lo local que se ha vuelto la modernidad. Por eso tiene sentido hacer una exposición sobre las modernidades locales. En primer lugar porque instruye al espectador europeo sobre algo que ellos creen que poseen y a la vez ofrece un acceso a culturas que no son en absoluto modernas, pero que son parte de una confabulación moderna.
P. ¿Qué le parece la coincidencia en 2007 de las ediciones de la Bienal de Venecia, la quinquenal Documenta de Kassel y los Proyectos escultóricos de Münster, que se realizan cada diez años?
R. Será interesante ver qué aportan esas tres importantes exposiciones en lo que se refiere a formatos de exhibición. Será una gran oportunidad de decir: basta, hagámoslo de otra manera. La Documenta tiene un público mayoritariamente alemán, que no va a Venecia, muy pocos a Münster. Es la única muestra de arte contemporáneo que ven, es gente que por tradición va cada cinco años. Para el mundo del arte será excitante, pero para nuestro público no tendrá mayor relevancia.
P. El formato de las bienales se ha multiplicado en los últimos años. ¿Qué opinión le merecen?
R. Las bienales son mortales para los artistas porque se les pide ideas rápidas, superficiales y generalmente no disponen de suficiente presupuesto para la producción de cada una de las piezas. Hay mucha chapuza y malas instalaciones. Tampoco es bueno para los comisarios por las mismas razones. Espero que llegado el momento, los artistas digan no y boicoteen las bienales.

[Foto 1]: Ibon Arranberri. Política hidráulica. Instalación, 2007. Foto: Associated Press.

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