martes, junio 05, 2007
El museo de arte o la promesa como virtud de la ausencia
En medio del vacío se ha fundado casi inmediatamente la resignación, la inquietud, la congoja o el reclamo. Por lo general, el tiempo hace que estos se disipen, acostumbrados como estamos al silencio de las autoridades y a la descorazonadora soledad de las iniciativas. Pero cuando el vacío ocupa un lugar significativo y persistente, surge la promesa como una suerte de virtud pro-activa de la ausencia.
Entre nosotros la promesa misma es ciertamente una entidad desacreditada, pero la confluencia de propuestas cubriendo la cavidad de un mismo vacío, denotan claramente la consistencia (u hondura) que este ha adquirido y la urgencia por que esta ausencia no exista más.
El tema del Museo de Arte Contemporáneo entre nosotros, es uno de esos diálogos continuos que giran alrededor de una institución ideal: esta ocupa un espacio claro en nuestras ilusiones y un lugar impreciso aún en la ciudad. La formulación del deseo inaugural ha sido planteada hace mucho por el Instituto de Arte Contemporáneo, durante el largo tiempo de transición en que dejó de ser –como había sido entre 1955 y 1972, desde distintas sedes- un referente sustancial de la vida cultural en Lima. Desde hace décadas, este deseo ha tomado momentos de vitalidad en los cuales ha realizado exposiciones y ha procurado canalizar distintas vías de financiamiento. Hasta el momento, no obstante, la parte más visible y pública del proyecto siguen siendo los cimentos, estructuras metálicas y muros de cemento que se lucen en el parque que lo acogerá en un futuro, esperamos cercano.
El pasado jueves, el Museo de Arte de Lima (MALI) convocó al lanzamiento de su proyecto MALI-Contemporáneo. Pero a diferencia del IAC, el proyecto del MALI no ha priorizado la construcción de un local, ni tampoco ha asumido la tarea de dar espacio de exhibición permanente a la existencia previa de una colección. Más que a una inauguración, asistimos a una carta abierta de intensiones que consiste en crear una espacio de difusión y una colección representativa del arte peruano más reciente. El director del MALI, Juan Carlos Verme ha sido muy claro en puntualizar algunas de las líneas inmediatas de acción de este proyecto: se optará por elegir a un curador extranjero para evitar la mirada ‘contaminada’ o diríamos, sin preferencias previas, sobre el arte local (idea que nos parece atinada), el cual se apoyaría en una vinculación estrecha con curadores locales. Se procurará también afianzar la colección de obras de arte peruano y latinoamericano contemporáneo ya presente en el museo y se evitará pensar de momento en una sede o espacio definido, alternando en apropiarse de espacios transitorios para proyectos específicos, en un estilo nómada que ha caracterizado también hasta hoy el accionar de Micromuseo.
Exista o no físicamente un museo de arte contemporáneo, las intensiones siempre deben desbordarlo, ya que el museo no es solo lo que resguarda sino una determinada política de relación con el público que de por si convoca, además del que debe y puede llegar a convocar. El MALI ha empezado por el lado correcto al punto que el IAC ha circulado también una convocatoria para exponer, a una semana de distancia, su propio proyecto (el próximo jueves).
Al comentar la fundación del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Andrea Giunta alude a una fugaz sede del mismo en un barco denominado ‘Yepeyú’, que zarpaba del puerto de Buenos Aires en 1956 con una muestra azarosa de artistas en una metáfora interesante del ánimo de internacionalismo que animaba la iniciativa. La imagen me ha parecido delirante pero optimista, gracias a la presencia del mar, siempre imponente y lleno de posibilidades de arribo (o naufragio, como riesgo ineludible del desplazamiento). Yo presumo que de una u otra forma, la imagen dominante en el imaginario local –como han hecho notar varios artistas en las últimas décadas- podría dejar de ser, para Lima, la imagen del desierto.
[Fig 1] Juan Javier Salazar. Predi-car en el desierto (2000) Objeto rodante utilizado dentro de la acción Qué hay des/cierto. Lima: Calles de Miraflores, marzo de 2000. Foto: Juan Pablo Murrugarra
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2 comentarios:
se nota que has leido bien el discurso de buntinx sobre el vacio museal.
tan bien que te mimetizas con los rollos, y en otros casos, te apropias de ideas sin citar fuentes.
Si, he leído bastante bien a Gustavo y no sólo en ese texto. Verificar el “vacío museal” (Buntinx dixit) en relación al museo de arte contemporáneo no me parece algo que se pueda discutir: No tenemos un Museo de Arte Contemporáneo hasta la fecha y si en esta precisa afirmación me ‘mimetizo’, no seré el único. Como Gustavo tampoco ha sido el primero. Creo más bien que la única persona que podría discutir esta constatación sería, entre líneas, el propio Buntinx ya que este señalamiento lo ha planteado siempre como un preludio de presentación al proyecto museográfico trazado por Micromuseo (“al fondo hay sitio”). Trabajo que respeto mucho; pero que, en mi opinión, se suma a estas propuestas que bailan alrededor de un vacío que persiste. Sobre fuentes me habrás de disculpar, pero estos no son ensayos y no he tomado ideas ni información directa de nadie -salvo en el caso de Giunta- en este comentario. Su libro es: Vanguardia, internacionalismo y política. Arte argentino en los años sesenta. Buenos Aires / Barcelona / México DF: Paidós, 2001. Cuando hablo de la imagen del desierto en el imaginario de artistas locales, aludo sin mencionar a Jorge Eielson, a Rodríguez Larraín, a Luz María Bedoya, Ricardo Wiese, además del propio Salazar (para mencionar sólo algunos). Sobre ese tema, si tengo buena memoria, Natalia Majluf organizó una exposición hace pocos años.
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