viernes, junio 15, 2007
Hastings / Pintura
Difícil mantener una línea de continuidad en esa suma de tiempos a contracorriente que constituyen la trayectoria artística de Rafael Hastings. Hay algo sin embargo de persistente rebeldía en toda ella, aunque en un momento inicial haya sido -a pesar suyo- una contracorriente eruptiva y generacional, y ahora se haya más bien desplazado al margen de esa encarnizada búsqueda por aquello que pueda, de algún modo, estar en la ‘cresta de ola’. Una ola imaginaria o imprecisa siempre en cuanto a plástica contemporánea se refiere. Desde allí, su pintura más reciente afirma también una mirada lanzada con ironía sobre el mundo del arte, pero una ironía demoledora, para quien pueda percibirla, porque viene vestida de imágenes cuya solemnidad o gracia -acentuada por un enmarcado dorado o un preciso y elegante paspartout– hacen de sus lienzos una superficie engañosa o, cuando menos, un cortinaje o veladura que es preciso recoger para descubrir trás ella recintos menos deleitantes a los ojos y más inquietantes –y hasta sombríos- para la mente.
La superficie de la imagen es siempre una estrategia, por más fina y maravillosamente trabajada, y tras ella el erotismo –ligado de un modo extraño a la muerte- es una de las temáticas que Hastings ha hecho prevalecer por décadas. En efecto: el erotismo y la velocidad (ligados incluso a sus primeras acciones de la segunda mitad de los Sesenta), y la muerte que en otro tiempo constataba para la pintura (Instalación: El Espacio, 1970; reproducida en una versión en español en la exposición La persistencia de lo efímero, 2007); o incluso antes, para la imagen del propio artista pintado en ella, haciendo de su muerte un espectáculo, desplegado a modo de movimiento de cámara o edición cinematográfica (Ver Políptico: Secuencia de un asesinato, 1968).
No dispongo ahora de la extensión para acercamientos mayores a su trabajo que por el momento se quedan en el tintero. Estos párrafos son a propósito de la exposición que bajo el lacónico, glacial y tautológico nombre de Pintura, presenta Hastings desde ayer en el Centro Cultural Inca Gracilazo del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Copio también una declaración suya incluida en el impreso:
“Para mi, evolucionar nunca ha tenido demasiado sentido mientras en ello no estuviera furiosamente presente mi vida vivida, en su proceso y sus contrasentidos, como mi memoria de las cosas. Mi sismógrafo personal no se interesa en cuando será el último-próximo terremoto en las artes, sino más bien, en la intransigencia de vivir aislado, en el tránsito terrestre de mis musas auxiliadoras y en los paisajes que hallaron mis primos los Mochicas. Me gusta esperar el momento preciso, oportuno, en el que a fuerza de intervenir con colores encuentro la luz que desplaza el entorno de nuestros rituales humanos”. Rafael Hastings.
La exposición esta abierta desde el 15 hasta el 28 de junio, de martes a domingo de 10:30 a.m. a 7:00 p.m. El ingreso es libre. El lugar: Jr. Ucayali 391. Lima 1.
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